“TikTak” ⏰ para el 19 de enero. Lo bueno, lo malo y lo feo de esa red social
TikTok ha cambiado las reglas del juego en las redes sociales. Con su formato único de videos cortos y su algoritmo que premia la creatividad, la plataforma ha dado lugar a una revolución digital que ha tocado todos los rincones del mundo. Desde creadores de contenido que han ganado fama global hasta movimientos sociales que se han viralizado a una velocidad asombrosa, TikTok ha transformado la forma en que compartimos y consumimos contenido. Pero, a medida que su influencia crece, también lo hacen las preocupaciones sobre su impacto en la privacidad, la seguridad nacional y la desinformación.
Recuerdo claramente cuando comencé a utilizar TikTok durante la pandemia. Al principio, me resistía a la idea. Pensaba que era solo una plataforma para adolescentes bailando y haciendo lip sync. De hecho, solía reírme de las personas que usaban la aplicación. Pero un día, por curiosidad y después de escuchar a varios amigos hablar de lo adictiva que era, decidí probarla. En cuanto abrí la aplicación, me di cuenta de algo que no había anticipado: el algoritmo. Era tan preciso que parecía haber leído mis pensamientos. De repente, veía contenido relacionado con mis gustos, desde recomendaciones gastronómicas hasta reflexiones profundas sobre la vida, y sí, también algunos de mis placeres culposos. Fue una experiencia completamente diferente a cualquier otra red social que había usado antes. A partir de ahí, TikTok se convirtió en mi red favorita.
Al principio, no entendía por qué tantas personas se sentían tan atraídas por la aplicación, pero pronto me di cuenta de lo que estaba pasando. El contenido estaba diseñado para engancharte, y lo hacía de manera efectiva. Los videos eran breves, dinámicos y completamente personalizados. En poco tiempo, me encontré consumiendo horas de contenido sin darme cuenta. Incluso empecé a crecer de manera acelerada en la plataforma, algo que no había experimentado en ninguna otra red social. TikTok tiene ese poder: te conecta con una audiencia de manera mucho más directa e inmediata.
Lo más impactante fue que, en un abrir y cerrar de ojos, empecé a ser reconocida en la calle no por ser la presentadora de CNN, sino por ser “la de TikTok”. Ese reconocimiento fue un cambio interesante, pero también me hizo reflexionar sobre el impacto cultural que esta plataforma está teniendo. TikTok
no solo está cambiando la forma en que interactuamos con los contenidos, sino que está redefiniendo cómo nos perciben los demás.
Pero, a medida que TikTok crecía, también empezaron a surgir preocupaciones, especialmente sobre la privacidad y la seguridad. La recopilación de datos por parte de la plataforma ha sido un tema candente, y la posibilidad de que el gobierno chino, a través de ByteDance, tenga acceso a esos datos ha encendido las alarmas en varios países. A esto se suman los riesgos asociados con la desinformación, que se propaga rápidamente debido a la naturaleza viral de los contenidos. En mi caso, no es algo que me haya afectado directamente, pero es imposible ignorar las implicaciones más amplias que esto puede tener.
Es aquí donde entra el debate: ¿deberíamos prohibir TikTok? Durante las últimas semanas, he visto cómo este tema se ha intensificado, con gobiernos de diferentes partes del mundo tomando medidas para restringir el acceso a la aplicación. Para algunos, la solución es simple: prohibirla.
Pero, después de mi experiencia personal, esa opción me parece más complicada de lo que parece. Si bien la seguridad es una preocupación legítima, prohibir TikTok sería un golpe a la innovación y la creatividad. A través de la plataforma, he visto surgir una nueva generación de creadores que han encontrado su voz y han logrado construir comunidades. ¿Realmente queremos cerrar esa puerta?
Sin embargo, tampoco podemos ignorar los riesgos. En lugar de optar por una prohibición radical, creo que una regulación más estricta es la respuesta. Los gobiernos deben exigir mayor transparencia sobre cómo se manejan los datos de los usuarios y asegurarse de que la plataforma sea responsable en cuanto a la difusión de desinformación. TikTok tiene el potencial de ser una herramienta poderosa y positiva si se maneja adecuadamente. No estamos hablando de destruir la plataforma, sino de garantizar que su uso sea seguro, ético y responsable.
Al mismo tiempo, me he percatado de algo curioso: mientras muchos se preocupan por una posible prohibición, también he notado que muchos usuarios de TikTok se burlan de la situación, como si fuera algo lejano que no afectará su experiencia en la plataforma. Esta actitud refleja el poder de TikTok: a pesar de las amenazas, sigue siendo un espacio de creatividad e interacción que es difícil de reemplazar.
Lo que es claro es que TikTok ha llegado para quedarse. Ya no se trata solo de una moda pasajera, sino de una herramienta que ha cambiado la forma en que nos comunicamos, nos expresamos y nos conectamos.
La pregunta no es si debemos permitir que TikTok siga existiendo, sino cómo podemos regularla para asegurar que siga siendo un espacio seguro y responsable, sin perder esa chispa de innovación y conexión que la ha hecho tan popular.
Por ahora, sigo ingresando a la red social… hasta que la Corte Suprema me lo permita