Nos dicen que hay que dejar ir. Dejar ir el pasado, las heridas, los amores que nos rompieron, los sueños que no se cumplieron. Nos lo dicen con tanta seguridad que parece que debería ser fácil, como soltar un globo y ver cómo se pierde en el cielo. Pero nadie nos dice cómo. Y, sobre todo, nadie nos advierte de que lo que nos dicen que dejemos ir es, muchas veces, lo que nos ha convertido en quienes somos.
El problema de "dejar ir" es que suena demasiado definitivo. Como si uno pudiera borrar el historial de su vida con el mismo botón con el que borra las cookies del navegador. Pero nuestra memoria no funciona así, nuestras emociones tampoco. No podemos simplemente "soltar" algo que nos moldeó, porque sería como quitarle la harina a un pan después de horneado. Lo que nos pasó, nos pasó. Y está ahí, en cada decisión que tomamos, en cada reacción automática, en cada miedo y cada sueño.
Y aunque nadie te da un manual de instrucciones sobre cómo dejar ir, la ciencia nos dice que tenemos el poder de reinterpretar nuestras experiencias. En lugar de suprimir lo que sentimos, debemos aprender a darle nuevo significado. La neurociencia nos dice que nuestro cerebro es maleable y que somos capaces de reconstruir la forma en que vivimos nuestras emociones. De hecho, un estudio de la Universidad de Harvard mostró que las personas que reinterpretan sus emociones, en lugar de suprimirlas, experimentan mayor bienestar y resiliencia. Es decir, no se trata de olvidar, sino de transformar lo vivido en algo que nos impulse.
A veces, dejamos ir lo que creemos que es nuestra carga, pero en realidad no se trata de soltar, sino de integrarlo de una nueva manera. Yo, por ejemplo, tuve que dejar ir un trabajo que fue tan largo como una relación… quizás mi más estable. Y lo más difícil no es solo que haya terminado, sino la forma en que terminó. No fue el final que quería, no fue justo y, sobre todo, no fue mi decisión. Me tocó despedirme de un pedazo de mí misma, porque ese trabajo me formó y fue mi refugio durante mucho tiempo. Hoy es ese primer día sin él, y aunque nadie me ha dicho cómo, estoy aprendiendo a caminar sin esa parte que tanto me definió. Y claro, los primeros días son raros, como andar en un tren sin rumbo fijo, pero cada día siento que voy aprendiendo más sobre lo que realmente quiero y puedo hacer.
Lo que nos cuesta soltar no siempre es negativo; a veces, lo que más nos cuesta es algo que nos dio seguridad durante tanto tiempo, aunque ya no nos sirva. Así que, ¿cómo transformamos el dolor o la pérdida? Quizás no debamos deshacernos de ello, sino aprender a cargar con él de manera más ligera. La clave está en no verlo como una carga, sino como un recordatorio de lo que hemos logrado. Por ejemplo, ese miedo al fracaso que siempre llevamos con nosotros puede ser un aliado. En lugar de verlo como un obstáculo, podemos verlo como un compañero que nos advierte de los peligros, pero que no nos impide seguir adelante.
De lo que realmente se trata, al final, es de aprender a convivir con lo que nos ha formado, sin que eso nos limite. Y si alguna vez nos sentimos atrapados por lo que nos cuesta soltar, siempre podemos ver la vida con una dosis de humor. Lo que hoy nos pesa, mañana será solo una anécdota graciosa que contar en una fiesta. Lo que nos atormenta hoy, con el tiempo se vuelve parte de nuestra historia, y ese es el verdadero regalo: la capacidad de reírnos de lo que nos dolió.
Así que, tal vez la pregunta no es cómo soltar lo que nos ha formado, sino cómo aprender a caminar con ello. Porque el acto de dejar ir no es un adiós definitivo, sino un cambio de perspectiva. Y cuando aprendemos a ver las cosas desde un lugar más ligero, podemos seguir creciendo sin sentir que estamos dejando parte de nosotros atrás. Quizás, en realidad, lo que estamos dejando ir es el miedo de no saber cómo seguir.
Y si todo esto falla, siempre puedo fingir que estoy en un reality show dramático y decirle a la cámara imaginaria: "¡Esta no es la historia que pedí, pero aquí estamos, produciendo el plot twist!" Porque al final, si la vida insiste en darme lecciones sin previo aviso, al menos que sean con buena iluminación y un soundtrack decente. Y quién sabe, tal vez en unos meses me encuentre riéndome de esto, explicándole a alguien cómo sobreviví a mi propia telenovela… y cobrando por contar la historia.
💪💪💪
👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼💯♥️