Hay errores que la vida te permite esconder. Un mensaje enviado por accidente, una caída en la calle que juras que nadie vio, o incluso ese plato de ceviche que no salió tan bien y que “casualmente” nadie más probó. Pero un mal corte de cabello… un mal corte de cabello es un error que no se puede esconder. Es como tatuarte un ex en la frente. Ahí está. Visible. Innegable. Y lo peor: pegado a ti.
Y como si estos últimos tres meses no hubiesen sido lo suficientemente caóticos para mi vida, ahora también me toca enfrentarme a una pollina.
Porque dicen que los grandes cambios vienen de tres en tres. Me voy de estar diariamente de CNN, me da apendicitis, y—como si la vida necesitara darle un toque de comedia al drama—me cortan mal el cabello. Si esto no es una señal de que estoy en una nueva temporada de mi propia serie, no sé qué lo es.
O, dependiendo de en qué parte de Latinoamérica estés, ahora me toca sobrellevar un flequillo, cerquillo, capul, chasquilla o fleco. Sí, porque si hay algo que une a nuestra región es la diversidad de nombres para un mismo concepto (y el trauma colectivo de una mala decisión capilar). En Venezuela y República Dominicana es pollina, en Argentina y España flequillo, en Perú cerquillo, en México y Centroamérica fleco, en Colombia capul y en Chile chasquilla. Lo que no cambia es el sentimiento universal de pánico cuando queda más corto de lo esperado.
Cuando la vida te da un mal corte, te da una lección gratis
Lo más irónico de todo esto es que el arquitecto de esta obra maestra de la tragedia capilar no es un desconocido con unas tijeras temblorosas, no. Es un buen amigo, fiel estilista, mi hombre de confianza capilar. Ese que ha manejado mi cabello con precisión durante años, el que sabe exactamente cómo me gusta, el que ha resistido todas mis crisis existenciales con paciencia y un secador de pelo en mano. Pero claro, somos humanos. Y lo humano es errar. Incluso los mejores tienen un mal día con las tijeras.
Así que pasé por las cinco etapas del duelo capilar:
1. Negación. “No está tan mal”, me repetí, inclinando la cabeza en ángulos imposibles frente al espejo. Quizá, si me pongo una gorra…
2. Ira. “¡¿Cómo es posible?!” Pero ya es demasiado tarde. No hay botón de Ctrl+Z en la vida real.
3. Negociación. Intento peinarlo de maneras imposibles, con gel, con horquillas, con plegarias. Hasta busco en Google: ”¿Cómo acelerar el crecimiento del cabello?,” y descubro que, en promedio, el cabello solo crece 1.25 centímetros al mes. Es decir, tengo que convivir con esto por al menos dos ciclos de facturación de la tarjeta de crédito.
4. Depresión. Silencio dramático.
5. Aceptación. Lo miro, respiro profundo y pienso: “Bueno, al menos me crece rápido.”
Y para acelerar el proceso, he tomado una decisión científica: tomar biotina.
Si hay algo que los desesperados por el crecimiento del cabello tenemos en común es el amor ciego por la biotina. Para quienes no la conocen, la biotina (también llamada vitamina B7 o vitamina H) es un nutriente clave en el metabolismo de las células y se encuentra en alimentos como los huevos, los frutos secos y el plátano. Se dice que ayuda al crecimiento del cabello, fortalece las uñas y mejora la piel. ¿Qué tan efectiva es? Bueno, no hay estudios definitivos que demuestren que tomar suplementos hace que el cabello crezca más rápido de lo que naturalmente crecería… pero en tiempos de crisis, cualquier esperanza es válida.
Así que aquí estoy, fielmente tomando mi dosis de biotina como si fuera un ritual sagrado, esperando que la ciencia haga su magia y me devuelva mi cabello a su estado original lo antes posible.
Lecciones de vida cortesía de un flequillo inesperado
Esto me hizo pensar: la vida es un poco como un estilista con días buenos y días malos. A veces sigue las instrucciones, te deja el cabello divino, brillante, con movimiento de comercial de shampoo. Otras veces, te corta la pollina más corta de lo que querías y te obliga a atravesar un período de humildad involuntario.
Pero lo más interesante es que, históricamente, los cambios de cabello siempre han estado ligados a grandes transiciones en la vida de las personas. Hay estudios que confirman que cuando una persona atraviesa una ruptura, un cambio de trabajo o una crisis existencial, es más propensa a hacerse un cambio drástico en el cabello. Así que, en lugar de resistirme, decidí abrazar la idea de que tal vez esta pollina era el símbolo de mi evolución.
Después de todo, si Cleopatra, Audrey Hepburn y Jane Birkin sobrevivieron a un flequillo dramático, ¿quién soy yo para no sobrellevarlo? Al final del día, el cabello crece, las risas quedan, y lo que realmente importa es que hay gente en tu vida dispuesta a arreglarte, ya sea el cabello o los días malos.
Y mi amigo estilista, a pesar de este pequeño “desliz artístico,” sigue siendo mi amigo. Lo importante es que él me miró, vio mi cara y me dijo: “Confía en mí que arreglamos esto.”
Y si eso no es una metáfora de la vida, no sé qué lo es.
Un gran abrazo, todo pasa linda, el cabello te crecerá. Esta experiencia demuestra que eres una persona madura, entendiste que tu estilista tuvo un día malo. Vas a seguir en la TV? Te deseo que se cumplan tus sueños.
pero la esencia de quien es Alejandra Oraa, no la cambia nada, sigues siendo la periodista de ética, de valor, de veracidad sin complejos y entregada a la sustancia de una excelente persona…. pronto crecerá mas de lo que establece la naturaleza….bendiciones. Pa´Delante!!!!