Algo ha cambiado en la forma en que hablamos de nuestros pasatiempos, o mejor dicho, en la falta de ellos. Hoy en día, la gente proclama con orgullo que su actividad favorita es “quedarse en la cama viendo televisión y scrolleando en el teléfono”. Es decir, la gente no solo ha dejado de salir, sino que ha convertido el no salir en una especie de personalidad.
No quiero sonar como una tía de Facebook escribiendo "¡Los jóvenes de hoy en día!", pero… ¿qué está pasando?
De la fiesta al sofá: un cambio generacional
Hace veinte años, salir era la norma. Piensen en Sex and the City, o Gossip Girl: los personajes estaban constantemente en bares, clubes o reuniones sociales. Incluso los nerds de las series de los 90 tenían hobbies (¡hobbies de verdad!), ya sea tocar en una banda, jugar ajedrez o escribir. Ahora, el hobby más popular es hacer nada en casa.
Un estudio de Gallup en 2023 reveló que el 51% de los adultos jóvenes en EE.UU. salen menos de una vez al mes. Mientras que en los 80 y 90, los adolescentes y adultos jóvenes salían un promedio de 2 a 3 veces por semana. Pero lo interesante no es solo la falta de salidas, sino la narrativa que la rodea: ahora salir es visto como algo casi sospechoso, innecesario o incluso agotador.
Lo que antes se veía como un flex de riqueza (el lujo de tener tiempo para la vida social) ahora se ha convertido en un flex de aislamiento. Pero… ¿es esto realmente un lujo?
¿La soledad es una elección o un síntoma?
Aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Sí, hay personas que genuinamente disfrutan estar en casa. Pero el auge del aislamiento también coincide con:
- La crisis económica: Salir es caro. La inflación ha encarecido las cenas, las bebidas y hasta el transporte.
- El agotamiento laboral: El "grind culture" ha hecho que la gente esté tan cansada que lo único que quiere hacer después del trabajo es desplomarse en el sofá.
- El auge de la tecnología: Con streaming ilimitado, redes sociales y apps de delivery, el mundo exterior se ha vuelto… opcional.
Es decir, tal vez no es que la gente no quiera salir, sino que la sociedad ha hecho que sea más difícil, más caro y más agotador.
El problema con el "culto a la introversión"
No todo el mundo tiene que ser fiestero, pero hay una diferencia entre ser introvertido y estar aislado. Los introvertidos tienen hobbies, hacen cosas solos, disfrutan de su propio espacio.
Pero lo que estamos viendo no es una ola de lectores solitarios que disfrutan el té y la música clásica, sino una generación que ha convertido el hacer nada en una bandera de orgullo.
Y aquí es donde entra la comedia trágica: la gente no solo no está saliendo, sino que tampoco está haciendo nada en casa. Antes, los que pasaban mucho tiempo online escribían, dibujaban, creaban blogs. Ahora, la actividad principal es scrollear. No crear, no interactuar, solo consumir.
@Glamdemon2004 lo dijo en TikTok hace tres años:
"Nombren tres hobbies que tengan fuera del consumo de medios."
La gente se volvió loca. ¿Por qué? Porque no los tenían.
Entonces, ¿qué hacemos?
El problema no es que alguien prefiera estar en casa. El problema es que hemos construido una cultura donde la única interacción social aceptable es a través de una pantalla. Un mundo donde salir es visto como infantil o innecesario.
Y, al final, el mensaje es este: el ser humano necesita conexión. Podemos pretender que solo necesitamos nuestra cama y nuestro teléfono, pero la realidad es que estamos diseñados para la interacción. Podemos hacer de cuenta que estamos bien, pero las estadísticas de salud mental dicen otra cosa.
Ojo: Escribo esto desde mi casa. Desde mi sofá, para ser más exactos. Un poco irónico, considerando que acabo de hablar de cómo la gente ya no sale. Pero la verdad es que últimamente yo tampoco lo hago tanto.
No me malinterpreten, no me he convertido en una ermitaña extrema, pero sí he cambiado mis hábitos. Antes mi vida era una agenda de 5:00 AM y al trabajo; un constante ir y venir. Ahora, prefiero mucho más estar en casa. He encontrado placer en la tranquilidad, en la pausa, en los espacios en los que no tengo que estar “haciendo algo” todo el tiempo.
Y aquí está la diferencia: no es que haga nada, es que he cambiado lo que hago.
En lugar de estar afuera, he aprendido a disfrutar mis propios hobbies. Escribir, leer, aprender. Cosas que no requieren ruido, ni multitudes, ni validación externa. Y en ese proceso, me he dado cuenta de algo que nunca había considerado: pasar tiempo sola no es estar sola.
He aprendido mucho sobre mí misma en estos momentos de calma. Cosas que antes, entre el ruido y la prisa, no podía escuchar. Cosas que solo aparecen cuando el teléfono está en silencio y la única compañía eres tú misma.
Así que no, esto no es un manifiesto contra la vida social. Ni una carta de amor a la introversión extrema. Es más bien una reflexión sobre cómo el mundo ha cambiado, y cómo yo también lo he hecho. Porque al final, la clave no está en si sales o te quedas en casa, sino en si realmente estás eligiendo lo que te hace feliz.
¿Y qué he descubierto en este tiempo de estar en casa? Escribir más, estar presente, simplemente estar. Ha sido un proceso profundamente gratificante. Me estoy conociendo a través de mis propias palabras, y decir esto después de años trabajando como comunicadora tiene un peso especial. Pero esta vez, no son las palabras que otros esperan de mí, ni las que me dicen que debo decir. Son las que elijo, las que quiero aprender, las que realmente me pertenecen.
Así que podemos decir, que Substack, se ha convertido en el hobbie de esta introvertida